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EL ENSAYO


El ensayo es un género literario relativamente moderno (se desarrolla en el siglo XVIII), generalmente breve, a través del cual un autor realiza el análisis de un tema determinado con un objetivo divulgativo, interpretativo y, frecuentemente, persuasivo. Los textos ensayísticos pueden tratar de una gran variedad de temas (literatura, filosofía, ciencia, historia, etc.) y tienen como propósito defender o demostrar una tesis mediante argumentos.

El  ensayista debe ser una persona culta, buena conocedora de la materia que va a tratar (aunque no es necesario que sea un experto en ella), a la que dará un enfoque personal y subjetivo, pues dispone de una gran libertad creativa. Por lo tanto, en un ensayo (si bien su autor  tiene que utilizar argumentos de peso para apoyar sus tesis, hipótesis o ideas), lo fundamental va a ser el punto de vista del ensayista y su originalidad.


Características 

- Variedad temática.

- Rigor y coherencia en la exposición de ideas y en los argumentos utilizados.

- Estilo cuidado, aunque admite variedad de registros lingüísticos y de tonos (poético, humorístico, didáctico...) según la intención, punto de vista y la personalidad del autor.

- Extensión variada: desde una pocas páginas a cientos de ellas.


Tipologías textuales y estructura 

Puesto que se trata de un texto de opinión, la tipología textual predominante en el ensayo es la argumentación. Junto a ella, dada la libertad creativa que admite este género, puede aparecer cualquier otra tipología: exposición, narración, diálogo, etc.

En cuanto a la estructura, el ensayo también goza de una gran libertad en cuanto a su organización, admitiendo, además, digresiones por parte de su autor. El orden más habitual es, sin embargo, el de introducción (donde se expone el tema y se plantea la tesis), desarrollo (se plantean los argumentos que respaldan la tesis) y conclusión. El desarrollo del tema puede seguir un orden deductivo (de lo general a lo particular), que es el más habitual, o inductivo (de lo particular a lo general).

El lenguaje  

El ensayo tiene como punto de partida la originalidad y responde siempre a una finalidad artística, así que hallaremos en él los siguientes rasgos lingüísticos:

- La modalización: uso de la primera persona, apelaciones al lector, oraciones exclamativas e interrogativas, léxico valorativo, etc.

- Figuras retóricas: metáforas, comparaciones, juegos de palabras, hipérboles, uso de la ironía, etc.


IDEOCRACIA (FRAGMENTO), Miguel de Unamuno

Entre todos los derechos íntimos que tenemos que conquistar, no tanto de las leyes cuanto de las costumbres, no es el menos precioso el inalienable derecho a contradecirme, a ser cada día nuevo, sin dejar por ello de ser el mismo siempre, a afirmar mis distintos aspectos trabajando para que mi vida los integre. Suelo encontrar más compactos, más iguales y más
coherentes en su complejidad a los escritores paradójicos y contradictorios que a los que se pasan la vida haciendo de inconmovibles apóstoles de una sola doctrina, esclavos de una idea. Celébrase la consecuencia de estos, como si no cupiese ser consecuente en la versatilidad, y no fuera esta la manifestación de una fecundísima virtud del espíritu. Dejemos que los ideócratas rindan culto a esos estilitas, ¡pobrecitos! encaramados en su columna doctrinal. ¿Por qué he de ser pedrusco sujeto a tierra, y no nube que se bañe en aire y luz?

¡Libertad! ¡Libertad! Y donde la ideocracia impere, jamás habrá verdadera libertad, sino libertad ante la ley, que es la idea entronizada, la misma para todos, la facultad lógica de poder hacer o no hacer algo. Habrá libertad jurídica, posibilidad de obrar sin trabas en ciertos lindes; pero no la otra, la que subsiste aun bajo la esclavitud aparente, la que hace que no le vuelvan a uno el corazón y aun las espaldas porque piense de este o del otro modo.

«¿Qué ideas profesas?» No, qué ideas profesas, no, sino: ¿cómo eres?, ¿cómo vives? El modo como uno vive da verdad a sus ideas, y no estas a su vida. ¡Desgraciado del que necesite ideas para fundamentar su vida! No son nuestras doctrinas el origen y fuente de nuestra conducta, sino la explicación que de esta nos damos a nosotros mismos y damos a los demás, porque nos persigue el ansia de explicarnos la realidad. No fueron las ideas que predicaba las que llevaron a Ravachol a su crimen, sino que fueron la forma en que lo justificó a su propia conciencia, como hubiera podido justificarlo con otras, de encontrarlas tan vivas. Hay quien en nombre de caridad cristiana mata, quien para salvar al prójimo le llevó al
quemadero. Cualquier idea sirve al fanático, y en nombre de todas se han cometido crímenes.

No es divinamente humano sacrificarse en aras de las ideas, sino que lo es sacrificarlas a nosotros, porque el que discurre vale más que lo discurrido, y soy yo, viva apariencia, superior a mis ideas, apariencias de apariencia, sombras de sombra.
Interésanme más las personas que sus doctrinas y estas tan sólo en cuanto me revelan a aquellas. Las ideas las tomo y aprovecho lo mismo que aprovecho tomándolo el dinero que a ganar me den.


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